viernes, 28 de octubre de 2011

Historia de ...

Historia de una tasca, taberna, bar -cafetería, pub.

(Antes de 1930).
Buenas, en realidad soy un localito de unos 130 metros cuadrados mal contados, cuya puerta principal da a la calle de.…, también cuatro ventanales, cuando los abren, me entra un poco de oxígeno de la misma ,mezclado con la fumata automóvil. Un matrimonio de Valdepeñas optó por vender sus pequeños viñedos y solar, trasladándose a la ciudad. Nada más verme se encapricharon de mi y me compraron por no se cuantos miles de reales.
Estoy situado en los bajos de una casa de ocho pisos de las de antes de la guerra (de la nuestra no, de la primera mundial) y tengo buenos mimbres de nogal, pero dado que últimamente he sido utilizado como almacén de quesos, he adquirido un pestazo a vaca cachonda que tira para atrás. Por ello mis compradores los Rebollo, Lorenzo y Patro, se vieron en la necesidad de mantenerme al aire libre durante un mes, para ver si desaparecía el olorcito de marras. Ni que decir tiene que los vecinos por poco la arman.
A base de sucesivos albeos internos y lejía que te crió, la cosa se subsanó sin dejar heridos. Fui dotado de un mostrador de madera algo usado, acompañado de seis inestables taburetes, mesas y sillas plegables del mismo material y unos toneles de segunda mano de adorno. Como todo estaba de blanco, don Lorenzo optó por untarme de un verde rabioso, que le habían regalado por cierre de negocio, y aquello me vistió de campo de Valdepeñas para alborozo de mis propietarios. De mis paredes pendieron, en función de adornos, sendos carteles de corridas de toros que un aficionado proporcionaba y que don Lorenzo estimó como hábiles tapa-defectos y humedades. De esta guisa y nominado tasca, fui inaugurado en una tarde de primavera del año…(no me acuerdo) y concurrido por la vecindad, que se puso hasta el quico de tintorro dada la gratuidad del evento. En este plan me mantuve unos años hasta que estalló la guerra civil.
Mi propietario, en vista de los obuses y de que algunos le achacaban la reiterada bendición del vino original, pensó si no le creerían del gremio seglar y para evitar sustos me cerró a cal y canto, en espera de tiempos mejores.
Ya por los años cuarenta más que cumplidos, decidió mi reapertura, pero remozándome parcialmente y titulándome taberna, lo cual me llenó de orgullo, dado que la nueva denominación me asemejaba a mesón o posada; mientras que la anterior era sinónima de figón, bodegón o fonducho…
(Es menester hacer constar que uno está algo ilustrado…)
Fui dotado de mejor mobiliario y en mis profundidades surgió un habitáculo en donde se cocinaban ligeras viandas, a las que llamaban tapas y raciones, las cuales se dispensaban a precios módicos y contribuyeron a aumentar la categoría de mi espacio.
Como quiera que los años pasaban y también por don Lorenzo, éste un buen día decidió que su mocito, hasta ahora torpe camarero, se hiciese cargo del local mientras el fomentaba la práctica del dominó (que es una cosa que se juega con unas fichas llenas con puntitos), es decir que se tiró a la bartola (bartola con minúscula).
El niño, Lorencito, que parecía tonto pero que no lo era, se trajo a un primo del pueblo, batallaron durante unos años con la clientela y como quiera que esta aflojaba a pesar de sus esfuerzos, un buen día me cerró anunciando que lo hacía “por reforma”. La reforma consistió en que se fue al pueblo, se declaró a una prima segunda suya, que sabía era buena cocinera y con lágrimas en los ojos la pidió en matrimonio. Una vez llevado a cabo el himeneo, regresó y se fue a visitar un Banco, donde consiguió los avales necesarios para transformar mi habitáculo en cocina respetable. Asimismo adquirió mesas y sillas por un tubo en el Rastro y titulándome Bar-restaurante, procedió a la apertura, todo ello con la parienta bien situada en la cocina.
La susodicha, que era experta en judías con chorizo, garbanzos con bacalao, migas extremeñas y poco más, hubo de reciclarse a base de programas de Arguiñano y de una enciclopedia culinaria; total que si en principio solo acudían albañiles, fueron aumentando de categoría los asistentes y el tonto del nene hizo el Agosto…Por supuesto que papá se tuvo que ir a otro sitio con la peña del seis doble…
Tuvieron una parejita que se adoctrinó en los colegios más progres de la época, lo que pudieron permitirse dada la prosperidad del negocio. El varón (es un decir) con los años se vio que perdía aceite, pero era listo como él solo. La nena empezó en ballet, pero constató que cuando le alojaban billetes por las ranuras, es decir en plan strip-tease, se ganaba más y se hizo una experta en el tema.
De estas que un buen día hablaron con los papis y les aconsejaron que ya merecían descansar y podían disfrutar de su apartamento en Marbella, dejándoles el negocio a ellos.
Ni que decir tiene que la cocinera, que amén de forrada estaba harta, presionó a Lorenzo (antaño Lorencito) y la propuesta triunfó.
Me clausuran por cambio de actividad, ahora me llaman PUB (nombre inglés algo sospechoso). Me pintaron de rosapilili salpicón, mis paredes se han visto invadidas por cuadros un tanto sicalípticos. A mi inauguración una música horrorosa me invade por doquier, mientras la luz debe tener el baile de San Vito, porque no para… Aquí casi todo el mundo viste muy apretado y acude en camiseta, bebiendo una cosa verde…. Por las noches la nena baila con una barra metálica, que no se como se llama, y mis usuarios, que deben ser familia porque son muy cariñosos entre si, se pasan la noche diciendo: ¡Qué fuerte, no…!
¡Ah…! y la copa vale treinta euros.

Lo que ignoro es el motivo de que don Lorenzo, que todavía colea, se signa y santigua cuando pasa por mi puerta…

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domingo, 23 de octubre de 2011

Orígenes

Sobre los orígenes.

Casi sin querer he percibido una conversación, en la mesa vecina de la cafetería que frecuento, que me ha hecho pensar sobre su grado de certeza. Intentaré describir lo mejor posible los comentarios escuchados.
Decía uno de ellos:
.- A mi esto de las nacionalidades, de las regiones, de las provincias, etc., que hacen a muchos sacar pecho y provocan la consiguiente discusión comparativa, así como el afán desmedido de exaltar la propia idiosincrasia, con el evidente fin de ponerla un peldaño superior a las ajenas, me parece ridículo. Es más creo que lo verdaderamente importante es el concepto de barrio.
.- ¿Cómo de barrio…? -interrumpía el otro- explícate…
.- Verás, a mí lo importante, lo que me interesa es mi hábitat, la zona en que vivo, el ambiente que me rodea. Y para definirlo, no hay nada más sencillo que la palabra barrio. No importa donde se haya nacido, o vivido largo tiempo sin llegar a echar raíces, lo que importa es lo que te rodea habitualmente, lo que respiras a diario y eso es mi barrio.
.- Bien, pero el concepto barrio es un término poco…, digamos técnico.
Así de pronto, parece referirse a unas manzanas de viviendas, más o menos definidas, que forman un núcleo y cuyas agrupaciones dan lugar a las ciudades, entonces…
.- Te equivocas, verás, mi barrio empieza en mi casa, en mi familia, en mis amigos presentes o ausentes, en los vecinos que saludo a diario al cruzármelos en la escalera o en la calle.
El barrio no está compuesto solo por casas. Mi barrio es la cafetería en la que tomó un cortadito todos los días, es el puesto de periódicos que visito, es la vendedora del cupón de ciegos a quien a veces me dirijo. Mi barrio es el corto camino que me conduce a la cercana playa, e incluso su Avenida, que por su amplitud también pertenece a otros barrios.
Mi barrio son las palmeras, algunas algo decrépitas, que pueblan las calles adyacentes, es el olor que desprende el pan caliente del horno cercano. También es mi barrio, ese extranjero que se sienta en un banco frente al supermercado, accionando un acordeón de aires tristones y solicitando una ayuda, el perro perteneciente a cierto paseante, con el que a veces me cruzo y nunca me saluda y que por cierto me mira con aire de desconfianza (conocerá que platico contra las meadas caninas).
Mi barrio es el supermercado, que cada día cambia los anuncios de sus ofertas. Es la tienda de todo un poco, que a veces recorro sin fin alguno.
Mi barrio es la humedad ambiental en los días de calima y ese fresquito que circula en los atardeceres en primavera. También mi barrio son esos bancos que se me ofrecen, y utilizo a veces, para alivio de las articulaciones y el estanco de las quinielas donde la ilusión se estrella tantas y tantas veces.
En fin mi barrio son muchas cosas, supongo que como el de cada uno, y que constituyen mi vagar diario. El barrio no tiene dimensiones, puedes extenderlo hasta donde tu necesidad de campo vital precise, admite cambios de decoración y de personajes. No es un territorio cerrado. Amigo mío, el barrio es lo verdaderamente importante para cualquiera de nosotros.
No hace falta ponerle un nombre, da igual. Cuando alguien requiere mi origen, yo contesto simplemente:
“Yo soy de mi barrio, y en cuanto a mi patria, con toda certeza, mi patria empieza en mi barrio, es mi infancia…”

Bien, pues creo que me adhiero plenamente a este comentario.







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sábado, 17 de septiembre de 2011

Viajando

.- Señores pasajeros, estamos entrando en una zona de turbulencias, les rogamos permanezcan sentados y con los cinturones de seguridad ajustados. Dentro de treinta minutos aterrizaremos en el aeropuerto de Madrid- Barajas, esperamos hallan tenido un viaje confortable y volver a verles a bordo.
Don Antonio comprobó el ajuste de su cinturón y don Miguel, sentado a su diestra hizo lo propio.
.- Como le decía -explicaba el primero-, hago este viaje desde Nueva York a Madrid y viceversa al menos una vez al mes.
.- ¿Por negocios …?
.- Y por familias, también por familias, tengo compañera y dos hijos en cada capital, a los que atiendo con precisión. También una cafetería en cada población que Gracias a Dios van divinamente.
.- O sea que es usted bígamo.
.- En absoluto caballero, yo soy soltero de profesión, el matrimonio es una costumbre arcaica, implantada por unos dioses muy antiguos que no tenían otra cosa mejor que hacer. Yo estoy muy ocupado para reparar en esas formalidades obsoletas y sin embargo soy un hombre muy familiar.
.- Pues yo estoy casado y con cuatro hijos y me va muy bien en mi empleo de violinista de la Banda Municipal.
.- Bueno pues es lo mismo, yo también tengo cuatro, pero dos y dos.
Es decir dos americanos que no hablan una palabra en español y dos españoles que no tienen idea del inglés, en cuanto a tocar instrumentos
pues ya se los puede usted imaginar…variados. Si tuviese otra cafetería en China, tendría que tener familia allí, no puedo estar sin familia en ningún sitio.
.- No me parece bien que sus hijos ignoren los idiomas que su padre maneja en ambos lados del Atlántico..
.- Eso he pensado yo y tengo decidido hacer un intercambio, es decir a la americana llevarle unos años a los dos de Chamberí y a la española endiñarle los dos de Brooklyn.
.- ¡Ah, pero ellas lo saben!, es decir…
.- Naturalmente y se llevan la mar de bien, mi dinero me cuesta. Cuando Dolly viene a España, Conchi la lleva al Bingo y a comer cocido y cuando es al revés Dolly la lleva a ver la estatua de Lincoln en Washington D.C. y a leer la declaración de Independencia de los Estados Unidos , que es un rollo de tomo y lomo. .- Veo que es usted un hombre muy liberal y moderno.
.- Psch…, se hace lo que se puede.
.- Yo por mi parte también soy muy familiar, pero más modestamente. Solo tengo una familia, veraneo en el pueblo de mi mujer, que tiene Alcalde pedaneo, hago la Primitiva los jueves y esta clase de viajes muy de tarde en tarde.
El ruido de los motores se fue atenuando y el aparato lentamente dejó de bambolearse.
.- Acabamos de aterrizar en el Aeropuerto de Madrid-Barajas, señores pasajeros permanezcan sentados hasta que los motores se detengan completamente, gracias por su compañía y esperamos verles de nuevo a bordo.

.- Bueno, pues encantado de conocerle don Miguel. Que toque usted mucho en la banda esa y hasta otra.
.- Y usted que ejercite lo otro don Antonio, hasta la próxima.

Cada uno por su lado buscó la puerta de salida y una vez en la Casa de
Campo, don Miguel se dijo que se hacían amistades interesantes en
aquellas instalaciones recién inauguradas.



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jueves, 1 de septiembre de 2011

Siempre Galdós



Siempre Galdós…

“Pasearme por la Plaza de Santa Ana, fingiendo que miraba las cámaras, pero prestando disimulada y perspicua atención a lo que se decía en los corrillos allí formados por cómicos o saltarines, cuidando de pescar al vuelo lo que charlaban los de la Cruz en contra de los del Príncipe…”
Éste es un párrafo de la novela de Galdós, La corte de Carlos IV.
En el mismo se especifica una de las misiones a despeñar, de las muchas misiones, por Gabriel, mozo de dieciséis años cuando entró a formar parte del servicio de Pepita González, a la sazón cómica del Teatro del Príncipe.
Esto ha trasladado mi mente y precisamente con la misma o parecida edad, a dicha Plaza, pues residí durante un buen tiempo en el 21 de la calle del Príncipe, justo al lado del teatro que pasó a llamarse Español. Mi añorada Plaza de Santa Ana, justo enfrente de mi portal y del citado teatro, con sus Almacenes Simeón al fondo, la cervecería Alemana a la izquierda, la pastelería donde degustaba los pasteles de nata a la derecha y por último la algarabía de palomas, niños, parterres floridos y parejas de enamorados en sus bancos centrales.
Grato recuerdo de aquella zona y aquellos tiempos que intentaré glosar en un humilde aunque algo extenso poema, que podría empezar así:


Calle del Príncipe arriba
esquina Plaza Santa Ana,
barrio de mi juventud
¡cómo te llevo en alma!

Cuentan que relata un mozo
porque de historias se trata,
que en su ruta por la acera
en una esquina sentada,
la castiza cigarrera
de aquel barrio no faltaba.

Siempre precoz centinela
Desde la pronta mañana.
¡Ideales, rubio, hay Farias!
Con voz de tiple gastada,
era su canción eterna
hasta la noche cerrada.

Cuando la cruzaba el mozo
con un gesto o una palabra,
rebuscando una sonrisa
que tanto debía costarla.

¡Caramba señá Jacinta
hoy está un porrón de guapa…!

¡Anda con Dios zalamero,
buscando estás la fiada…!
¡Te daré dos cigarrillos,
pero mañana me pagas…!

Un día ya no la vio,
dijeron que andaba mala,
y a poco en Nuestra Señora
de la Almudena, acostada,
alcanzó su libertad
bajo una losa marcada.

En su caja de cartón,
en la esquina abandonada,
no había cigarros, ni farias,
ni cerillas no había nada.

Solo un ramo de claveles
con una cinta rosada,
que le dejó un chavalillo
mientras al cielo miraba.

¡Calle del Príncipe arriba,
esquina Plaza Santa Ana!

¿Plaza digo…? Maravilla
de flores y de arbolada,
donde brincaban palomas
y los poetas pensaban.

Los niños jugando al toro
con banderillas de caña,
y las niñas a la cuerda
entre canciones saltaban.

Allí al terminar la tarde
los castizos comentaban,
los partidos del domingo
las nuevas de la jornada,
las canciones de Machín
o lo cara que está España.

Y don Pedro Calderón
el de la Barca observaba,
desde la estatua de piedra
que su pueblo levantara.

Por sus esquinas y calles
a todas horas pasaban,
toreros y cantaores
y bailarinas gitanas.
Recuerdo aquella de bronce,
la que bailaba descalza.

En ese ambiente de gloria
donde vibraba la raza,
¿cómo podría decirse
que tan solo era una plaza?

¡Calle del Príncipe arriba
esquina Plaza Santa Ana…!

Aquella calle chiquita
de teatros se adornaba,
El Español, La Comedia,
El Calderón a dos cuadras.
Tres teatros, tres estilos,
Lo mejorcito de España.

En tu café de Dorín
con la noche ya avanzada,
los artistas de postín
sus mesas abarrotaban.

¡Buenas tardes Don Manuel.
Hoy su Tenorio, de fábula…!
Dicenta sonríe y calla
los parabienes le agradan,
pues sabe que recitando
es lo mejor de su patria.


¿Habéis visto a Luisa Ortega…?
¡Cómo canta el Valderrama…!
Pues aunque luce chiquito,
Es gigante de garganta.

¡Hoy no ha venido don Tirso,
el de la capa bordada,
contando estará en taquilla,
pues la Comedia explotaba…!

¡Cerillero, un buen purito
a la salud de esta España,
que aunque criticada y pobre,
no la cambiamos por nada!

Y yo aquello lo viví.
y en mi memoria temprana,
aquel Madrid de romance
dejó su huella marcada.

¡Ay Madrid de los cincuenta
cómo te llevo en el alma…!

¡Calle del Príncipe arriba
esquina Plaza santa Ana…!

J:L:G:R:

¡Cómo inspira don Benito…! También menciona la calle del Desengaño, donde al parecer la cómica enviaba al chaval a comprar sus pócimas y afeites. Bien, pues esa también la conocí bien, no poseía la talla de la anterior pero tenía su aquel.
Tal vez otro día…