lunes, 20 de septiembre de 2010

La Jota

La Jota



Una jota aragonesa
hace reír y llorar,
una jota mueve el alma
sin poderla sujetar.

Una jota es algo más
que una canción de la tierra,
una jota es corazón
tanto en la paz como en guerra.

Una jota se celebra
en varias nuestras regiones,
porque se canta y se baila
con trajes de mil colores.

Pero en su cuna de origen
nadie lo puede dudar,
que fue nacida mañica,
es del Charco, del Pilar…

¡Cántame una jota maño
sin importarte mi tierra,
soy español y por eso
tengo el alma aragonesa..!



J.L.G.R.

Loa a la Isa.

Loa a la Isa.


Quiero oírte una canción
de esas que mueven el alma,
quiero mecerme a su son,
quiero la paz, quiero calma.

Quiero en sus notas divinas,
ver sus montes y cañadas,
quiero ver un pueblo noble
de canciones heredadas.

Quiero ver miradas dulces
en caras de sol bañadas,
sentimientos de amistad,
manos firmes estrechadas.

Quiero soñar con aldeas
y con gentes en sus plazas,
bailando en corro sin penas,
en amistad, con templanza.

Quiero con ojos cerrados
ver el mar de donde arraiga,
un volcán con siete islas,

¡Canta una Isa canaria…!





J.L.G.R.

viernes, 27 de agosto de 2010

Despertares chungos

¡Despertares chungos…!

Me levanté algo raro. Debía ser porque no había dormido de un tirón la noche transcurrida y yo cuando duermo por etapas, me levanto fatal. Pero había que sobreponerse. Fui al cuarto de baño y me dispuse a tomar una ducha, empecé a accionar los grifos del agua para lograr la temperatura deseada y no logré mi objetivo. O salía muy fría o hirviendo, el caso es que no recordaba haber encendido el termo. Me duché con la fría y en lugar de espabilarme como es preceptivo, salí de la ducha más atontado todavía. Vestido de una forma ligera e informal, ya que estamos en verano y el calor es pegajoso, tomé la dirección de la parada de la guagua al objeto de dirigirme a la Biblioteca y al Parque de San Telmo a escuchar el concierto de la banda Municipal como todas las semanas. El bono de la guagua no estaba en su lugar habitual de la cartera y tenía que pagar en metálico, pero el metálico tampoco estaba en su sitio y pidiendo excusas me bajé del vehículo. Nada más pisar la acera me percibí de que el metálico si estaba, pero en otro bolsillo posterior, donde debió ir a parar por error. Volví a la parada y aguardé de nuevo la llegada del transporte.
Al subir me pareció que el conductor era el mismo de la guagua anterior y tras sentarme en mi plaza favorita, tras la mampara y a su espalda, quede meditando que no podía ser, a lo mejor tenía algún hermano gemelo también conductor, pero el mismo no podía ser. El caso es que antes de bajarme le pregunté con educación:
.- Perdone, ¿tiene usted algún hermano gemelo trabajando también en esta Empresa?
El conductor con cara de molesto, me respondió:
.- A usted que le importa…
.- Está bien, en todo caso su otro hermano es más educado.
Y me bajé sin más. Mientras me dirigía a la Biblioteca y subía los escalones, que son la tira…, volví a repetirme, como siempre, que debería haber un ascensor para los parroquianos veteranos. (Ya se lo he dicho al vigilante y a tres bibliotecarios, pero que si quieres arroz…)
Al llegar a la cúspide me percaté de que no había traído libro alguno para devolver y que en realidad no me tocaba devolver nada. O sea ¿qué coño había ido yo a hacer allí…?. Como ya estaba dentro me puse a revolver sin ton ni son en las revistas, descansé un poco y me fui al Parque a oír la música.
A medida que me acercaba, observé que allí no había nadie. Naturalmente, en verano no hay actuaciones de la Municipal. ¡Qué día llevo…!
Me fui a dar una vuelta por Triana para matar el tiempo y curiosear un poco cuando ví en un escaparate a mi amigo Florencio con su familia señalando unos artículos. Estaba algo pálido. No quise interrumpir el coloquio familiar y me introduje en un café. Solicité uno solo, cargadito, a ver si me espabilaba y algo más avivado continué el paseo. De pronto me puse a meditar. ¿pero que coño Florencio…, si se murió hace un año?. ¡Uff…, esto va de mal en peor…!
Con inusitada ligereza me dirigí a la parada de la guagua de regreso, por fortuna apenas tardó. No miré la cara del conductor, me senté en el fondo y en cuanto llegué a mi zona, me dirigí a casa a todo trapo.
Corrí escaleras arriba, es sólo un piso, abrí la puerta y me dirigí a mi cuarto poniéndolo en absoluta oscuridad. Me metí en la cama en calzoncillos musitando: “Seguiré durmiendo, no se puede ir por ahí sin despertarse…”



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